jueves, 25 de agosto de 2016

El «tengo miedo de continuar» se convirtió en «sí puedo». Un inspirador y divertido video

El «tengo miedo de continuar» se convirtió en «sí puedo». Un inspirador y divertido video

Solange Paredes, catholic-link
«De pronto el “tengo miedo de continuar” se convirtió en “sí puedo”… algo que canta en mi sangre me dice: “¡Sí puedo!”». Estos son solo algunos de los versos que acompañan el video que la organización de los 
Juegos paralímpicos Río 2016 nos trae hoy. Una producción refrescante e inspiradora que nos resulta una verdadera llamada de atención, pues desde los primeros 10 segundos se tira abajo el sinnúmero de prejuicios que algunos medios de comunicación tratan de vendernos todos los días.




En el clip vemos músicos, atletas, gente de oficina, niños, padres de familia, corredores de autos, aviadores, bailarines, estudiantes…todos con algún tipo de discapacidad, pero todos presentados como los verdaderos superhumanos. Y es que su “súper poder” no es nada sacado de alguna historia de ciencia-ficción, su súper poder es su habilidad de superar sus limitaciones y de redescubrir su dignidad de seres humanos precisamente en sus carencias. Es en esta lucha de afrontar las debilidades y dominarlas donde radica uno de los llamados más sublimes de nuestra humanidad. Pero, por supuesto, todos los días somos bombardeados con ideas contrarias a esta realidad. Al respecto, nuestro Papa Francisco dice lo siguiente: 

«Se considera que una persona enferma o discapacitada no puede ser feliz, porque es incapaz de realizar el estilo de vida impuesto por la cultura del placer y de la diversión. En esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y por tanto en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado, porque va en contra de la felicidad y de la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante. Es mejor tener a estas personas separadas, en algún “recinto” –tal vez dorado– o en las “reservas” del pietismo y del asistencialismo, para que no obstaculicen el ritmo de un falso bienestar. 

En algunos casos, incluso, se considera que es mejor deshacerse cuanto antes, porque son una carga económica insostenible en tiempos de crisis. Pero, en realidad, con qué falsedad vive el hombre de hoy al cerrar los ojos ante la enfermedad y la discapacidad. No comprende el verdadero sentido de la vida, que incluye también la aceptación del sufrimiento y la limitación. El mundo no será mejor cuando esté compuesto solamente por personas aparentemente “perfectas”, sino cuando crezca la solidaridad entre los seres humanos, la aceptación y el respeto mutuo. Qué ciertas son las palabras del apóstol: ‘Lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios’ (1 Co 1, 27)».
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Así, este video es también un golpe en la cara a tantos que defienden el aborto y la eutanasia movidos tal vez por una compasión malentendida. Estos superhumanos son el testimonio vivo de lo que nuestro mismo Jesús nos explicaba en el Evangelio: la grave blasfemia que es considerar cualquier enfermedad, discapacidad o situación adversa como castigo de Dios. «“Maestro, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios” (Jn 9, 2-3)». ¡Y de qué manera se muestra la gloria de Dios en ellos!

Que este video nos sirva de recordatorio que nuestras limitaciones actuales, sean del tipo que sean, no son castigos de un dios perverso, sino genuinas oportunidades para que en ellas se manifieste la gloria de Dios. No nos alimentemos de la mentalidad que el status quo nos ofrece, por el contrario, atrevámonos a creer en las palabras de un Dios que nos ama. Benedicto XVI lo expone así: «Ante el hombre marcado por su limitación y por el sufrimiento, Jesús no piensa en posibles culpas, sino en la voluntad de Dios que ha creado el hombre para la vida». Vayamos con confianza, todos los días, a nuestro Señor, el único que nos lleva a la plenitud de nuestras capacidades, a la plenitud de nuestra vida. Recordando que «solo hay un castigo de Dios, y es perderlo a Él para siempre» (P. Bernardo Hurault).

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